Por Juan José Marthans León, Economista PAD – Escuela de Dirección Universidad de Piura
Debe quedar claro que lo que explica sustancialmente la caída de la inversión privada es la contracción de la inversión minera y, por ende, de la extranjera
Primera, “el crédito debe crecer más”.
Pensar que en economías como la peruana, el crecimiento del crédito es una herramienta potente para empujar sostenidamente la recuperación del crecimiento es ingenuo.
Nuestro escaso nivel de penetración financiera y gran informalidad debilitan su efectividad. Si este va más allá del crecimiento de los ingresos, lo único que alimentaría es morosidad y potencial crisis financiera.
Debemos dosificar con inteligencia su empleo y apostar mucho más por el frente fiscal si queremos recuperar crecimiento.
Segunda, “es necesario el control de tasas de interés”.
Perú ha demostrado fehacientemente y por años, que el control de tasas es mucho más perjudicial que beneficioso. El posible control nos llevaría a alimentar procesos de desintermediación y formas de financiamiento fuera del canal formal mucho más caras e ineficientes.
¿Queremos experimentar eso nuevamente? Lo sensato es inducir a la reducción del costo del crédito, fomentando mecanismos que induzcan a mejores conductas de mercado y mucha más transparencia.
Tercera, “años atrás, los superávits fiscales mostraron el buen manejo fiscal”.
Lo único que demostraron es que con precios de commodities al alza era sencillo mostrar holgura fiscal. El fortalecimiento de los flujos de renta de las mineras, por ejemplo, permitieron incrementar la recaudación fiscal sin mayor esfuerzo.
Mientras los superávits no sean producto de la ampliación de la base tributaria y de la racionalización de ineficiencias en gastos, ellos no serán muestras de éxito sostenible.
Cuarta, “la inversión privada doméstica se viene licuando los cuatro últimos años”.
No hay duda de la contracción de la tasa de inversión en Perú, ello es sintomático en toda América Latina y responde, en parte, a la caída de los precios de los metales.
Sin embargo, debe quedar claro que lo que explica sustancialmente la caída de la inversión privada es la contracción de la inversión minera y, por ende, de la extranjera. El componente doméstico de la inversión privada cae, pero no como lo hizo el componente extranjero.
Quinta, “el incremento de la productividad entre el 2002-08 contrasta con su caída entre el 2012- 2016 y esta última refleja, exclusivamente, ineficiencias en orientación de política económica”.
Claro que refleja ineficiencias, pero hay mucho más detrás de ello. Una cosa es ganar productividad debido a la mayor inversión en investigación, tecnología, desarrollo y, en contraste, otra cosa es que, por un rally alcista de precio de metales, crezcamos más y ello se refleje en nuestros índices de productividad estadísticos.
Debemos observar con cuidado que cuando hemos ganado términos de intercambio, la productividad subió, caso contrario cuando perdimos términos de intercambio.
Sexta, “la desigualdad de ingresos en Perú es de las significativas de la región”.
Nadie niega que debemos luchar frontalmente por mejorar aún más nuestros índices de pobreza y desigualdad. Aún son elevados.
No obstante, mientras en Perú el 10% de la población con mayor riqueza concentra el 28% de los ingresos, en México es 30%; en Colombia, 35%; en Chile, 38%, y en Brasil supera el 40%.
Séptima, “debemos concentrar esfuerzos en solucionar los problemas de coyuntura y dejar los estructurales para otro momento”.
Tremendo error de percepción. Debemos de emprender desde ahora, progresivamente y con adecuado consenso social y político, un Programa Integral que permita, de manera articulada, solucionar los problemas de la mala calidad de estado, del déficit de infraestructura, de la carente institucionalidad y de la insuficiencia de reformas estructurales, desde ahora.
Los errores cometidos hoy no deben adormecer nuestra percepción de mediano y largo plazos. Debemos superar los males de la coyuntura, sin descuidar nuestra visión de país.
Octava, “la crisis internacional del 2008 se ha superado y es lejana”.
Nunca se superó, esa crisis y sus manifestaciones simplemente han mutado los últimos años. Nada más. Los desbalances en el frente fiscal y externo, así como la presencia de burbujas bursátiles, insuficiente crecimiento y preocupante aceleración del crédito siguen vigentes en gran parte del bloque de las economías avanzadas.
Todo ello continúa agudizando sus tremendos niveles de sobreendeudamiento. El desapalancamiento y ajuste vendrán, no sabemos ni cuándo, ni su magnitud, pero vendrán.
Novena, “somos una economía en extremo vulnerable al efecto El Niño y a las crisis internacionales”.
Tomemos conciencia de que ya no somos lo débiles que éramos en la década de los ochenta y estamos en mejores condiciones que en la década de los noventa.
El crecimiento sostenido por encima de lo experimentado en la región, así como la holgura en RIN, ahorro público, índices de endeudamiento perfectamente manejables, reflejan mayor solidez y menos vulnerabilidad de nuestra economía a choques externos no esperados.
No debemos generar zozobra innecesariamente.
Décima, “el ruido político del Perú de hoy es el causante de la crisis”.
Seamos realistas. Es un factor importante que ha acentuado y complicado la actual desaceleración de la actividad económica, pero de ninguna manera, su principal origen.
La inmadurez de nuestro frente político y la carencia de institucionalidad y orden es una traba desde hace 200 años y hemos sabido crecer a pesar de ello. Por ejemplo, en lo que va del presente siglo, se ha combinado lo peor de nuestro frente político con el crecimiento más destacado de Sudamérica. (FUENTE: GESTIÓN)